El cambio climático está golpeando con especial furia en el mediterráneo donde, entre otros efectos, se han acentuado las olas de calor y las noches tropicales. Este fenómeno está siendo especialmente apreciable en las ciudades, debido a que la vegetación natural se ha visto sustituida por edificios, asfalto y hormigón, provocando las llamadas islas de calor urbano.
Para intentar amortiguar este problema, la mejor solución sería revegetar nuestras ciudades. Un estudio publicado este mismo año en la revista The Lancet, calcula que aumentar la densidad arbórea urbana podría ayudar a reducir las temperaturas en 4ºC durante las olas de calor estivales.
Sin embargo, esto no está sucediendo. Actualmente en muchas avenidas de nuestras ciudades apenas aparecen árboles, o bien, se seleccionan especies totalmente inadecuadas que no proporcionan apenas sombra.
Asimismo, tampoco se tienen en cuenta las especies arbustivas y, menos aún, los servicios que pueden proporcionarnos las plantas espontáneas, las mal llamadas “malas hierbas”, para poder contrarrestar este problema. Por motivos “estéticos” las plantas espontáneas son desbrozadas, o peor aún, eliminadas con herbicidas o asfixiadas bajo césped artificial para evitar que vuelvan a brotar.
Por este motivo, desde SERBAL nos hemos puesto como objetivo poner en valor estas plantas y para ello, en colaboración con el CEIP Arco Iris y el Ayuntamiento de Roquetas de Mar, el año pasado comenzamos el Proyecto Superplantas, el cual ya ha fue premiado a nivel nacional, en el marco de las iniciativas ambientales de Consum 2022.
De forma demostrativa hemos seleccionado dos pequeñas parcelas urbanas en Aguadulce. En una hemos comenzado a crear un pequeño bosque urbano con vegetación mediterránea, y en la otra, hemos dejado que las plantas herbáceas silvestres crezcan solas, sin ningún tipo de ayuda ni de riego. En ambas estudiamos diferentes procesos y lo compararemos con otras parcelas de control.
Midiendo la temperatura del suelo
Este verano ha tocado investigar la temperatura del suelo. Para ello, a finales de julio, en plena ola de calor y utilizado un termómetro de suelo digital, medimos la temperatura del aire y del suelo a las 7h, 14h y 21h, en los siguientes lugares:
- Parcela experimental con plantas autóctonas mediterráneas.
- Parcela experimental con hierbas espontáneas.
- Parcela en la que se ha desbrozado las hierbas espontáneas.
- Parcela con césped natural.
- Parcela con césped artificial.
- Asfalto.
- Acera.
Todos los puntos de muestreo se realizaron en el mismo barrio, con escasos minutos de diferencia entre ellos y misma exposición.
Plantas naturales vs. césped artificial y suelo desbrozado
Los resultados fueron esclarecedores. La parcela con vegetación mediterránea fue la única que presentó una temperatura inferior a la del aire, llegando a las 14h –el momento más crítico– a estar casi 2ºC por debajo de la temperatura del aire. Por contra, el césped artificial se mostró como la peor solución para bajar la temperatura del suelo. Este alcanzó a la misma hora 52,5ºC, lo que supuso 16ºC más que la temperatura del aire en ese momento.
Destaca del mismo modo la temperatura que alcanzó la parcela con suelo desbrozado, que con 48,2ºC, llegó a ser incluso superior a la de la acera y asfalto.
En el césped natural se obtuvieron temperaturas de suelo razonables, pero muy parecida a la parcela en que se dejó las hierbas espontáneas, ya marchitas, protegiendo el suelo.
Si tenemos en cuenta que una alta temperatura del suelo contribuye a las citadas islas de calor urbano, queda claro que para tener avenidas más frescas necesitamos revegetar nuestras calles.
En este sentido, la opción más rentable a nivel estético, costes y servicios que ofrecen, sería la vegetación arbustiva mediterránea que tiene un mantenimiento muy inferior al del césped natural, especialmente a cuánto a agua se refiere.
La opción menos costosa es dejar las hierbas espontáneas. Su siembra y mantenimiento es gratuito, dependen del agua de lluvia y solo necesitaría un pequeño mantenimiento a final de temporada. Este consistiría en segar o pasar un rodillo para machacar las plantas ya marchitas, pero respetando la cubierta vegetal.
Por contra, como hemos visto, dejar el suelo totalmente desnudo de vegetación, o cubrirlo con superficies como el césped artificial, además de ser costoso no ofrece protección contra el calor, estéticamente es cuestionable y lo que es aún peor, impide otros servicios ecosistémicos. Entre ello podemos, por ejemplo, citar la infiltración del agua en el suelo, el mantenimiento de fauna urbana beneficiosa o la captura de CO2.
Por desgracia aún son mayoría los ciudadanos que ven la presencia de hierbas espontáneas en zonas ajardinadas una falta de mantenimiento por parte de los diferentes ayuntamientos. Pero las cosas están comenzando a cambiar lentamente y cada vez más ciudades, como Barcelona, Huesca o Cáceres, por poner algunos ejemplos, se van sumando al proyecto de alcorques vivos, en el que se intenta compatibilizar la jardinería urbana con el mantenimiento de la naturaleza silvestre y los beneficios que ésta aporta.